Hacia un tratamiento contra el COVID-19: ¿por qué la ciencia y la urgencia no son buenas aliadas?

En menos del tiempo que tomó al coronavirus recorrer la distancia que hay entre Wuhan y México, la ciencia logró explicarnos paso a paso, su periplo desde un pulmón infectado a otro sano. Además lo “desnudó”, exponiendo sus intimidades: un pedazo de ARN envuelto en una membrana de lípidos robada de nuestras propias células y 29 proteínas, material suficiente para cimbrar a la civilización humana.

La ciencia ha desarrollado poderosas herramientas cada vez más efectivas contra los virus una de las herramientas más poderosas que tiene la ciencia son las vacunas, aunque, hay que decirlo, no son inmediatas, como a veces nos inducen a creer los medios, pues para ser empleadas en humanos, pasan muchos procesos intermedios. Si bien es cierto que decenas de compañías y laboratorios por todo el mundo “ya tienen la vacuna tienen”, incluida la propia UNAM, se trata apenas de la primera etapa en su desarrollo. Todas las vacunas potenciales están basadas en un fragmento ya sea del RNA o de alguna de las proteínas del virus del que se intente elaborar, en este caso del Coronavirus COVID 19. Estos fragmentos, una vez en nuestro organismo, prepararán a las células de nuestro sistema inmune para una eventual llegada del SARS-COV-2, que hasta diciembre pasado, era un ente desconocido de los pulmones de todos los habitantes del planeta Tierra. Pero tener la vacuna en un laboratorio, no es lo mismo que tenerla en una farmacia. Falta aún demostrar que funciona y que es segura, proceso que tomará meses. O sea que, hagámonos a la idea: no será una vacuna lo que nos saque mañana de la cuarentena. 

Circulan en las redes videos de “expertos” que nos “informan” como aquí o allá, en Rusia o en Australia, tienen un “medicamento maravilloso” que sí funciona. Incluso el presidente Trump ordenó, en algún momento, la pronta distribución de la hidroxicloroquina, como si fuera “Vic Vaporub”, olvidando que existe la regulación y la bioética, y que todo medicamento debe ser recetado por un médico. La sospecha “teórica” publicada en una carta enviada por tres médicos a la prestigiada revista inglesa  The Lancet, de que el Ibuprofeno, un anti-inflamatorio usado para tratar la fiebre, podría empeorar los síntomas de la infección por coronavirus fue retomado incluso por la OMS, expandiéndose la sospecha hasta los medicamentos antihipertensivos; y todo porque los tres: Ibuprofeno, anti-hipertensivos y el coronavirus, coinciden en el mismo sitio de acceso a los pulmones. Pero la ciencia corrige y rápidamente fue retirada la voz de alarma que nos tenía tensos a los hipertensos, pues no hay evidencias de que ni el Ibuprofeno ni los anti-hipertensivos favorezcan la infección. 

Derivado también de estas oleadas de desinformación, los almacenes se quedaron sin papel del baño, y las farmacias sin hidroxicloroquina.  Las farmacias, pero también los pacientes que sufren de artritis reumatoide, lupus y malaria y que necesitan esos fármacos para sus padecimientos. En marzo 17 un grupo francés publicó que la hidroxicloroquina combinada con el antibiótico azitromicina acababa con el virus; pero el 3 de abril, la International Society of Antimicrobial Chemotherapy, desautorizó la publicación. Más tarde otras publicaciones científicas también lo cuestionaron, incluso dando a conocer recientemente posibles daños a la salud. Una historia similar sucede con la Ivermectina, un antiparasitario aprobado por la Food and Drug Administration de los EUA (FDA) para matar lombrices. Hay un gran riesgo no sólo en el trabajo de investigación, per se, sino también en su revisión previa a la publicación porque una sustancia de la toxicidad de la Ivermectina, puede traer consecuencias negativas al tratar de combatir el virus. La ciencia y la urgencia no son buenas aliadas.

¿Qué vendrá de la ciencia? Por un lado, se prueba ya la eficacia e inocuidad de una docena de vacunas. Se cuenta también con formas de producir y estudiar las 29 proteínas del virus y su interacción con las humanas. De esta información se han identificado cerca de 70 medicamentos ya aprobados por la FDA (para otros fines) que están siendo evaluados. Pero cuidado, que una sustancia impida el crecimiento del virus en cultivos in vitro, es decir en el laboratorio, como sucedió con la Ivermectina, no da luz verde para anunciar en redes sociales: “ya existe un antiviral contra la COVID-19”. Debe probarse en pulmones humanos, y en un número significativo de pacientes. Claro, dadas las circunstancias actuales hay tantos médicos como pacientes dispuestos a experimentar la aplicación compasiva de  tratamientos de emergencia. La OMS ha lanzado el programa “Solidaridad” para ello: consistente en cuatro tratamientos aplicados en todo el mundo:  a) Remdesivir b) Chloroquina o Hidroxicloroquina, c) Lopinavir con Ritonavir y d) Lopinavir con  Ritonavir más Interferon beta-1ª, lo que permitirá una conclusión coordinada y contundente: por ello, esperemos.

La buena noticia es que los medios de comunicación han recurrido nuevamente a los expertos científicos, no a los curanderos ni a los poseedores del conocimiento ancestral. Búscalos tú también antes de dar por buena cualquier noticia. Consulta y explora las páginas sobre ciencia. Por lo pronto la mejor medicina sigue siendo el aislamiento y la distancia a la que nos obliga la solidaridad. Y un último consejo, haz de los alimentos sanos, tu mejor medicamento.