Métodos alternos para detectar la COVID-19

En junio de 2019 se publicó en la revista The Lancet una carta dando cuenta de una metodología no invasiva para detectar la malaria: el empleo de perros entrenados para su detección a partir del olor característico. Los resultados señalados en dicha carta fueron muy alentadores: más del 90% de aciertos, aún en niños aparentemente no infectados, los que fueron confirmados por análisis de laboratorio. Este es un método ya conocido, aunque no aplicado con enfoque científico en todos los casos. Se sabe, por ejemplo, de perros que pueden predecir ataques de epilepsia de sus amos y alentarlos.

 

Después de varios meses y al recrudecerse la situación de la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2, se pensó en entrenar perros para hacer lo mismo, detectar personas infectadas a partir de su olor. Prácticamente en todos los continentes surgieron grupos que comenzaron a trabajar arduamente en este tema. La primera gran decisión fue comenzar el entrenamiento con perros que no hubieran sido entrenados para otro tipo de detección, por ejemplo, de drogas. La argumentación sobre este particular fue que siempre sería posible que una persona no infectada fuera consumidora de sustancias ilegales, y el perro no podría discriminar entre el positivo consumidor y el positivo infectado, lo que podría causar desde falsos positivos hasta demandas civiles.

 

El empleo

 

Cada persona tiene un olor muy particular que depende de distintas condiciones, solamente que nuestro sentido del olfato, en general no alcanza a distinguir algunas diferencias muy sutiles. Ciertas condiciones metabólicas, neoplásticas o infecciosas producen distintos compuestos volátiles característicos de esa condición de salud. Esos compuestos, llamados volatilomas, pueden ser detectados por perros especialmente entrenados para ello y con un índice de aciertos bastante alto. En general, estos compuestos se conocen como Compuestos Orgánicos Volátiles (VOC) y el empleo de este término está muy extendido en cuestiones de tipo ambiental.

 

La intención es emplear estos perros en lugares densamente concurridos, de forma que se pueda tener un método rápido, confiable y que no implique que los usuarios tengan que hacer filas que, en ocasiones, resultan ser interminables. Así, las primeras pruebas se han llevado a cabo en diversos aeropuertos, como son los de Helsinki-Ventaa de Finlandia, Santiago de Chile y Dubái, de los Emiratos Árabes Unidos. También se han empleado para detectar aficionados en los juegos de básquetbol del equipo Heat de Miami. Al día de hoy, este método sigue siendo experimental y los lugares en que se emplea se toman como proyectos piloto, pero los resultados hasta el momento son prometedores. 

 

Se considera que un lapso de entrenamiento de entre una y seis semanas es lo óptimo para tener al perro bien capacitado y que puede detectar el contagio aún antes de que sea detectado, por ejemplo, por pruebas PCR. Esta detección temprana ayudaría mucho a poder tomar acciones tempranas que disminuyan sensiblemente la diseminación por personas asintomáticas o en periodo de incubación temprana.

 

También en nuestro país se comienza a trabajar con esta técnica. En Hermosillo, Sonora, hay un centro de entrenamiento en el que se está trabajando con nueve perros, en un proyecto conjunto entre la secretaría de salud del estado y una organización civil llamada OBI: Caninos contra el COVID. Los resultados que han obtenido son sumamente prometedores.

 

En conclusión, el mejor amigo del hombre, el perro, sigue trabajando en nuestro beneficio. ¡Cómo siempre! Un estudio muy reciente concluye que estos perros podrían ser empleados como método no intrusivo para detectar el COVID-19 en hospitales, asilos, orfanatos, escuelas, universidades, aeropuertos, eventos deportivos y conciertos masivos. Al tiempo.