Decisiones vemos, personalidades no sabemos

Todos los días las personas tomamos un sinnúmero de decisiones, las cuales varían en trascendencia, información considerada, beneficios probables, etcétera. En un mundo ideal, tendríamos el tiempo necesario para realizar una búsqueda exhaustiva de toda la información que pudiera ser relevante para nuestra decisión. Posteriormente, podríamos hacer un análisis de cada alternativa, ponderar cuál es mejor con base en criterios preestablecidos, y elegir aquella que tuviera la mejor calificación. Sin embargo, rara vez contamos con el tiempo para reunir ese cúmulo de información, ni con las ganas y “ancho de banda” cognitivo para llevar a cabo ese sesudo análisis, sumado a que los contextos en los que tomamos decisiones, cambian con frecuencia. Poco importará la energía y el tiempo que invertí en mi sesudo análisis para ponderar las alternativas, si alguien más me gana las mejores opciones, pues como dice el dicho: “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Estos cambios que naturalmente ocurren en el mundo modifican nuestro comportamiento para que podamos adecuarnos al entorno. Algo que aparentemente suena sencillo, pero que no lo es. 

 

El contexto sí importa

 

Las ciencias del comportamiento como la psicología, la economía, las neurociencias y la antropología han investigado cómo elegimos, desde distintas perspectivas y niveles de explicación. A nivel de sustrato biológico, se han identificado áreas del Sistema Nervioso que participan en procesos de análisis, autorregulación, atención y planeación (las llamadas funciones ejecutivas), pilares de procesos de decisión. Además, se han investigado los circuitos cerebrales que conectan estas áreas con aquellas que participan en procesos de memoria, lenguaje y percepción, los cuales brindan información relevante para elegir. A nivel de representación, se exploran los factores de la situación que influyen en la toma de decisiones. Si algo han mostrado los estudios clásicos de Tversky y Kahneman es que el contexto importa: cómo se plantea una situación de elección y cómo se comunica la información sobre las opciones disponibles influye en las decisiones. No es lo mismo que mi agente de seguros me plantee las opciones A, B y C de manera secuenciada vs simultánea, o que destaque los beneficios de cada alternativa, o que, por el contrario, resalte los costos. Aunque las características de los tres seguros no se modifican, el destacar ciertos aspectos vs. otros me lleva a procesar la información de manera distinta, a darle un peso distinto a cada aspecto, lo que incide en mi decisión sobre qué seguro comprar. 

 

Además del contexto en el que ocurre la decisión, las características de quienes eligen son relevantes para el análisis. En términos generales, se ha encontrado que las personas adultas regulan mejor sus impulsos, en comparación con niños y jóvenes. Otra pregunta que se ha buscado responder es si los hombres eligen de manera distinta a las mujeres; si bien algunos estudios encuentran que ellos tienen una actitud más arriesgada e impulsiva, otros estudios no han encontrado diferencias. Una tercera característica que ha explorado la investigación sobre elección es la personalidad, la cual puede definirse como un conjunto de rasgos que configuran la forma de ser de una persona. Esta manera de existir e ir por la vida es relativamente estable a lo largo del tiempo e influye en cómo respondemos ante situaciones, es decir, en nuestras decisiones. 

 

¿De qué está hecha la personalidad y con qué se come? Como en varios temas de interés para la psicología, hay distintas propuestas. Uno de los planteamientos más populares y utilizados es la “Teoría de los cinco grandes” que, como su nombre indica, plantea cinco rasgos de personalidad, que son: 

 

  • Apertura
  • Escrupulosidad
  • Extraversión
  • Afabilidad
  • Neuroticismo

 

Estos cinco rasgos se evalúan mediante una batería de preguntas que ahonda en cómo reaccionamos ante situaciones difíciles, qué tan organizados, creativos y sociables somos, cómo nos vinculamos con otras personas, cómo resolvemos problemas, etcétera. 

 

¿Qué tanto sentido tiene hablar de personalidades en la toma de decisiones

 

Hay investigaciones que buscan integrar ambos temas de investigación e indagar si existe una disposición general a correr riesgos o evitarlos, a decir sí o a negarse a nuevas experiencias, o a tomar decisiones impulsivas o calculadas. Se ha encontrado que, por ejemplo, las personas con puntajes altos en el rasgo de Neuroticismo suelen tener dificultades en situaciones en las que tienen que tomar una serie de decisiones bajo presión, resultado que no se observa en ausencia del factor presión. 

 

Por otro lado, se ha encontrado que hay personas que realizan una búsqueda meticulosa de información, evalúan las alternativas de manera lógica y su objetivo es lograr la máxima ganancia posible. Suena bien, ¿no?, pues no: estas personas son más proclives a evadir y posponer una decisión, y a arrepentirse de lo que eligieron porque “podría existir algo mejor”. 

 

Sin duda, un área de investigación apasionante que nos invita a reflexionar sobre las estrategias que empleamos para tomar decisiones, y sobre las consecuencias que esto tiene en nuestra vida.

 

Melisa Chávez Guerrero es psicóloga y coordinadora de Proyecto ICCE de la Facultad de Psicología de la UNAM, iniciativa de divulgación de ciencias del comportamiento.

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