¿Comerlo ahora o esperar la recompensa? He ahí el dilema
Las investigaciones realizadas originalmente por Mischel, Shoda y colaboradores, sobre la tarea experimental conocida como el experimento del malvavisco, han permitido comprender los procesos involucrados en las decisiones que implican la demora de una recompensa menor pero inmediata, a cambio de una recompensa mayor en el futuro.
Recuerdas cuando eras niño, llegaba la hora de la comida y tus padres te dicen que si guardabas tu dulce favorito para después de comer, podrías ver tu caricatura preferida mientras disfrutabas del dulce, sonaba bien, ¿no? Sin embargo, estábamos hablando de tu golosina favorita, estaba frente a tus ojos y se hacía muy tentador comerla de inmediato, pero eso significaba renunciar a un buen momento viendo la televisión, entonces ¿cómo podrías resistir la tentación de comer el dulce? Ahora que ha pasado el tiempo sabes más, ¿qué estrategias utilizarías para resolver este dilema? Estas y otras preguntas han acompañado estudios como el famoso experimento del malvavisco aplicado en su mayoría a niños, el cual ha permitido comprender algunos de los factores involucrados en cómo tomamos decisiones en situaciones en las que esperar nos llevaría a un mejor resultado.
El dilema del malvavisco
Es probable que en algún momento te hayas encontrado con un vídeo bastante curioso (e incluso divertido) que muestra a un experimentador indicándole a un niño pequeño que dejará un malvavisco sobre un plato, pero que necesita retirarse y en cuanto vuelva, si el malvavisco sigue ahí, le dará otro. Después de que el experimentador se va, el niño comienza a expresar lo que parece ser una situación bastante difícil: resistir la tentación de comer el malvavisco inmediatamente para tener dos malvaviscos después, tarea nada sencilla. Se ve a los niños utilizar diversas estrategias para tratar de evadir la tentación, algunos se cubren el rostro con las manos para eliminar el dulce de su vista, e inclusive algunos optan por olerlo y disfrutar por lo menos de su delicioso aroma. Otros deciden que ya no pueden más y de un mordisco terminan con el dilema.
Este estudio forma parte de las investigaciones realizadas en la década de 1960 por Mischel, Shoda y otros colaboradores, quienes presentaron el experimento del malvavisco a niños que asistían al preescolar en el campus de la Universidad de Stanford. La mayoría de los participantes decidieron consumir el malvavisco después de un promedio de 6 minutos, en lugar de esperar de 15 a 20 minutos por la recompensa mayor, es decir, 2 malvaviscos.
Algunos de los factores que influyen en la decisión entre esperar o no esperar involucran expectativas, creencias y experiencias previas. Por ejemplo, si se desconfía de que el experimentador les lleve el segundo malvavisco, tal vez sea mejor no esperar. Asimismo, se ve implicado el valor que le damos al dulce, en donde para algunos no es más llamativo dos malvaviscos que uno solo (preferiríamos que fueran galletas). Por otro lado, también influye el tiempo que debemos esperar por la segunda recompensa (que los niños de este estudio desconocían); podríamos estar dispuestos a resistir la tentación 10 minutos, pero no más.
El experimento del malvavisco a través de los años
Quienes participaron en el experimento original en Stanford también estuvieron en otros estudios hasta la edad adulta, lo que permitió evaluar y hacer un seguimiento de múltiples resultados, ayudando a comprender las diferencias individuales que pudieran estar correlacionadas con comportamientos en la adolescencia y la etapa adulta. Por ejemplo, aquellos niños con los tiempos de espera más largos fueron adolescentes con mayor confianza en sí mismos, y con mejores habilidades interpersonales, tales como autocontrol.
No obstante, lo anterior no debe confundirse con la idea de qué, esperar o no esperar en el experimento del malvavisco, determina las decisiones futuras. Más bien, esta investigación brinda un antecedente de los factores individuales que pueden incidir en conductas de autocontrol en diversos ambientes.
Actualmente, este experimento ha servido como base para otras investigaciones, siendo un ejemplo la realizada por Koomen y colaboradores acerca de cooperación. En dicho estudio, el dilema es retrasar la recompensa individual en favor de una meta común a largo plazo. En esta versión del experimento del malvavisco, en vez de que la decisión esté guiada por un solo individuo, la elección depende ahora de dos niños, en donde únicamente si ambos están dispuestos a no comer inmediatamente el dulce, los dos recibirán la recompensa futura.
Dicho estudio reveló que los niños y niñas desempeñaron mejor esta versión de la tarea en comparación con el estudio original (en donde la decisión involucraba solo a un niño), es decir, que estaban dispuestos a retrasar una recompensa a nivel individual por una recompensa futura para ambos. Por lo tanto, estos resultados nos indican que, desde edades muy tempranas, las personas podemos aprender a regular nuestro comportamiento y responder en función de aquello que beneficie a la colectividad, promoviendo así una mejor interacción con las demás personas.
En conjunto, estas investigaciones nos permiten seguir avanzando en la compresión de los procesos de toma de decisiones desde edades tempranas, así como de las estrategias que utilizamos para regular nuestro comportamiento y resistir (o no) la tentación que presenta el dilema del malvavisco.
Pamela Cabañas Mondragón es integrante del Proyecto ICCE de la Facultad de Psicología de la UNAM, iniciativa de divulgación de ciencias del comportamiento.
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