Emociones en cuarentena: ¿cómo modular lo que sentimos?
En la pandemia del nuevo coronavirus hemos vivido, y seguimos viviendo, toda la gama de emociones de que somos capaces. Primero la incredulidad: “No, esto no pasa aquí. Ocurre al otro lado del mundo. No, aquí no llegará”. Negar la realidad de una amenaza es una forma de lidiar con el miedo. Cuando la fuerza de la realidad se impone con evidencias directas el miedo hace presencia y provoca otras emociones. El enojo es la más común. Recuerdo a un compañero del gimnasio que se quejaba de los chinos, “sus nefastas costumbres de comer cosas raras han provocado la epidemia”, decía casi con violencia como si ellos la hubieran causado. También se quejaba de las autoridades “que no hacen nada por protegernos”. Era el inicio de la epidemia, no había aquí ningún caso reportado, pero su molestia le impedía valorar la situación. El enojo, que puede llevar incluso a la violencia, es una forma de protección. Si se encuentra la causa —así sea imaginaria— de la amenaza podemos luchar furiosos contra ella. Defendernos tranquiliza.
Del absurdo a la parálisis
La realidad se seguía imponiendo. Hay una amenaza real, se decía, pero ¿cómo es?, ¿cómo se identifica?, ¿cómo me defiendo? Las preguntas sin respuesta clara hacen más ambiguo el peligro y generan respuestas también ambiguas. Entonces vimos a la gente moverse con nerviosismo de un lado a otro, como con prisa, sin saber qué hacer, hasta que una idea en apariencia sensata —cómo conseguir provisiones— provocó compras de pánico. La ambigüedad del peligro empuja también a buscar más información y entonces se presta oídos a lo que sea, incluso las ideas más absurdas. “Hay que hacer gárgaras de limón”, “sal con bicarbonato”; escuché a alguien que afirmaba “…como el virus se muere con el calor, respiremos con un secador de cabello a todo lo que da frente a la nariz”.
El miedo muy intenso o permanente, como sabemos, puede paralizar; si se mantiene, la desesperación da lugar a desánimo, depresión, abandono de sí mismo e incluso tendencias suicidas. En pleno desastre se encuentra también la indiferencia, que lleva a la irresponsable conducta de ser potenciales diseminadores del mal al no mantenernos en cuarentena.
Por eso, es importante reflexionar y preguntarnos: ¿cómo nos sentimos ante la situación que ha provocado la amenaza de la COVID-19? ¿por qué nos sentimos así? Y sobre todo, ¿qué podemos hacer? A continuación, algunos puntos y recomendaciones generales que podrían ayudarte ante la situación que estamos viviendo:
Recomendaciones para la cuarentena
- Analiza con calma la información y sobre todo las fuentes en que se origina. Fuentes confiables, por ejemplo, son las páginas web de la Organización Mundial de la Salud y de la Secretaría de Salud de nuestro país.
- Establece un horario para consultar la información y respetarlo.
- Confía en el criterio de las autoridades sanitarias: son las que tienen los datos relevantes de la enfermedad y su comportamiento.
- Con la información adecuada para seguir las indicaciones de protección de la autoridad sanitaria, establece una rutina diaria que organice tus actividades. La repetición de patrones de conducta y de relación con el entorno es una fuente de tranquilidad.
- Sigue una rutina de sueño de ocho horas, siempre nocturnas.
- Establece horarios fijos para consumir los alimentos y hacer ejercicio.
- En caso de hacer trabajo en casa que sea con un horario establecido.
Posibles reacciones ante la pandemia de SARS-COV2
- Temor y preocupación por tu salud y la de tus seres queridos.
- Cambios en tus hábitos de sueño y alimentación.
- Dificultades para dormir o concentrarte.
- Dolor de cabeza o de cuerpo.
- Problemas de atención.
- Tristeza excesiva.
- Irritabilidad.
- Desgano.
Estrategias para lidiar con el tiempo y el estrés
- Trata de comer alimentos saludables.
- Mantén comunicación con tus seres queridos.
- Tómate un tiempo de relajación entre tus tareas y actividades.
- Infórmate a través de fuentes confiables.