Enseñanzas de la pandemia de influenza AH1N1 para la actual de SARS-CoV-2

Las enfermedades respiratorias comunes, como resfriados o gripes, tienen su origen en varios tipos de virus: rinovirus a los que se achaca entre 30-50% de las enfermedades, los virus de influenza, que provocan entre 5-15% de las mismas y los coronavirus, que causan entre 10-15%. Hay muchos otros (virus sincitiales, adenovirus, enterovirus, metapneumovirus, etc.). 

En este siglo hemos tenido cuatro eventos de este tipo a escala internacional: el SARS (por sus siglas Severe Acute Respiratory Syndrome) en 2002 y que en primera instancia duró hasta mediados del 2003, un coronavirus con mortalidad 13-18%; el MERS (por sus siglas Middle East Respiratory Syndrome), coronavirus que apareció en 2012 y que hasta el 2017 provocó 2040 casos, con mortalidad de 30%. La actual pandemia de SARS-CoV-2, otro coronavirus iniciada en 2019, aún en curso, y la de 2009, que se debió a un virus de influenza A H1N1, que alcanzó proporciones importantes. 

En abril de 2009 se detectaron los primeros casos de influenza producida por un nuevo virus (aunque en México el primero se detectó hacia mediados de marzo). Inicialmente se pensaba en una variedad de gripe porcina, pero más tarde se descartó esa denominación y se le dio el nombre de virus de influenza tipo A H1N1. Su origen se localizó en el estado de Veracruz, en México, aunque todavía se debate si el virus ya se encontraba en circulación antes de los casos detonantes en el poblado llamado La Gloria. Al desarrollarse la enfermedad se vio que es muy similar a la influenza estacional en mortalidad. Lo novedoso fue su capacidad de dispersión y contagio, ya que para mayo, la mayoría del continente americano se encontraba con casos de contagio, así como casi toda Europa y otros continentes, solamente se salvaba, en esos momentos, el continente africano. El cuadro clínico promedio incluía fiebre, tos, dificultad para respirar, flemas, malestar general, dolor de cabeza, diarrea, vómito, escurrimiento nasal, entre otros síntomas muy similares a los del SARS-CoV-2. Sin embargo, y a diferencia de la pandemia actual, la enfermedad se presentaba más comúnmente entre aquellas personas cuyas edades fluctuaban entre los 10 y los 29 años. 

Siendo de una familia conocida, resultó menos arduo el trabajo de encontrar medicamentos específicos para controlar la enfermedad: el oseltamivir y el zanamivir; hay que utilizarlos siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un gran problema que se presentó en aquella pandemia, fue que en México no se contaba con la tecnología PCR y el laboratorio del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica (INDRE) tenía que enviar las muestras que recolectaba, para ser analizadas en California o en Canadá. 

Fue como consecuencia de esta pandemia que el INDRE comenzó a recibir el equipo adecuado; aunque aún no cuenta con la cantidad necesaria para desarrollar un trabajo apropiado, en tiempo y forma.

En ese 2009, hubo que suspender actividades y guardar la sana distancia. Del 24 de abril al 11 de mayo, se suspendieron clases en todos los niveles, en el entonces D. F. y el Estado de México. Del 1 al 5 de mayo, se detuvieron todas las actividades productivas, ya en todo el país. Cines, restaurantes, todo cerrado, parecían ciudades fantasmas.

Hoy estamos paralizados no solamente en todo México, es una situación mundial, nueva, que nos hace sentir globalmente indefensos. Pero, como sucedió en 2009, saldremos adelante, siempre que tomemos las debidas precauciones.